adie conoce más de odio que los oligarcas que han disfrutado el poder toda la vida y, de pronto, se quedan sin él. Por eso en Colombia las élites están padeciendo de agorafobia, que es un trastorno de ansiedad que lleva a las personas a tener miedo y a evitar lugares o situaciones que les causan la sensación de estar atrapados. Un estado real que está ocurriendo o que se puede producir en el futuro. (https://www.mayoclinic.org/)
Haber perdido las elecciones del 2022 y tener la posibilidad cierta de volver a una derrota en 2026, crea un síndrome de fatalidad que tiene desesperada a la clase gobernante de la derecha, que no ha podido entender que en la democracia prevalecen las mayorías y no los que tienen más dinero. En Colombia Petro ganó sin el apoyo de los poderosos empresarios y constructores del país, enseñados a convocar al gobierno y a que este les hiciera caso en todo. Eran ellos los que lo habían puesto en el mando y, por tanto, el gobierno debería ser sumiso a sus órdenes. Pero Petro, que se ha enfrentado a todos los gobiernos anteriores, que hizo debates contra el gobierno de Uribe y contra los paramilitares, no muestra miedo ante nadie y es un hombre esquivo a las lisonjas de los empresarios.
La agorafobia, por eso, es evidente en todas las regiones donde ricos, terratenientes, empresarios y contratistas, mandaban y tenían a su disposición presupuestos millonarios del Estado para emprender, manejar y abusar del erario. Las tesorerías de los 1.103 municipios y de los 32 departamentos, sumados a la tesorería nacional, les deban suficientes recursos para enriquecerse sin hacer las obras contratadas y sin controles de la Procuraduría, la Contraloría y la Fiscalía, todas estas dependencias al servicio de las mismas castas y de los mismos “señores”.
Está demostrado estadísticamente que en Colombia solamente hay 2000 o 3000 ricos y que el 92% de la población es pobre. Por tanto, hizo bien Petro en no gobernar con y para los sectores opulentos, sino con y para lo pobres. Esa lucha le ha costado el saboteo institucional, el bloqueo de algunos proyectos en el Congreso, las votaciones negativas en las altas Cortes, pero lo mismo pasaba en México, hasta este año en que empezaron a cambiar de fondo las instituciones públicas en ese país, con un congreso de mayoría Progresista. De ser así, el Acuerdo Nacional que todos esperan, debe estar constituido por representantes del pueblo pobre de Colombia y por unos cuantos empresarios que entiendan que la riqueza es para generar mejores condiciones de vida y justicia social y no para quienes creen que el pueblo es esclavo del capitalismo y de las condiciones hereditarias que la Patria ha tenido a partir de la independencia por más de 2 centurias. El voto popular será clave en las próximas elecciones.
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