Colombia en campaña: ¿dónde está el liderazgo ético?
- Redacción
- hace 6 días
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Por Carlos Alberto Arias Baquero

En el fragor de las c donde las promesas resuenan como ecos vacíos y los intereses personales se disfrazan de agendas públicas, Colombia enfrenta un desafío estructural: la ausencia de un liderazgo ético que ilumine el camino en medio de la tempestad. No se trata de adornos retóricos ni de gestos oportunistas, sino de una brújula moral que trascienda las urnas y defina el verdadero legado de quienes aspiran a gobernar.
Inspirada en la imagen que acompaña este artículo, un faro que ilumina un sendero colombiano con un aviso donde resalta la palabra “ÉTICA”, se hace imperiosa la necesidad de un liderazgo que guíe con integridad y devuelva la brújula moral a nuestra nación.
El liderazgo ético no es un concepto abstracto ni una estrategia pasajera; es la columna vertebral de la gobernanza democrática. Se forja en la coherencia entre palabra y acción, en la valentía de anteponer el bienestar colectivo a los apetitos individuales. Como bien afirmó John C. Maxwell, “el liderazgo ético no emerge de la manipulación, sino del poder de inspirar y motivar”. En un contexto donde la corrupción ha erosionado la confianza ciudadana, este principio se convierte en el eje que puede restaurar la legitimidad del poder.
Algunos ejemplos históricos nos recuerdan su potencia. En 2022, Gustavo Petro asumió la presidencia de Colombia como el primer líder de izquierda, impulsando una agenda de justicia social y protección ambiental que desafía las dinámicas excluyentes del pasado, encarnando una ética transformadora y convirtiéndose en un embajador de nuestro país ante el mundo. A escala global, Nelson Mandela, al salir de la prisión en 1994, eligió la reconciliación sobre la revancha, tejiendo una nación unida desde la dignidad. Estas no fueron meras tácticas políticas, sino actos de integridad que dejaron huella.
Sin embargo, la responsabilidad no recae solo en los líderes. Colombia exige un liderazgo ético que desmonte la corrupción con hechos, no con discursos vacíos, que asuma el riesgo de la verdad, aunque sea impopular, y que entienda que gobernar es servir, no lucrarse. Este llamado trasciende las esferas políticas: se refleja en padres que educan con ejemplo, en comunidades que luchan desinteresadamente, en empresarios que priorizan la sostenibilidad. La ética, en esencia, es un compromiso cotidiano que debe arraigarse en cada sector de la sociedad.
La ciudadanía tiene un rol ineludible. No podemos demandar transparencia en la política mientras toleramos incoherencias en nuestras vidas. La ética se cultiva en los pequeños actos y se consolida en un carácter colectivo. Un pueblo que no practica la integridad no puede esperar gobernantes íntegros. Hoy, en medio de esta campaña, urge que la sociedad exija y modele esa coherencia, haciendo de la confianza el capital político más preciado.
“Colombia en campaña: ¿dónde está el liderazgo ético?” este interrogante no es solo una crítica, sino un mandato. El futuro de la nación no se construirá con encuestas ni lemas vacíos, sino con líderes que encarnen la ética como faro de transformación. Si la política recupera esta brújula moral y los ciudadanos la sostenemos con nuestra propia integridad, daremos paso a un país más justo, transparente y humano. La urgencia de un liderazgo ético no es un lujo electoral; es la piedra angular de una democracia resiliente y un horizonte de esperanza para Colombia.
Por Carlos Alberto Arias Baquero

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