El América de Cali, uno de los clubes más emblemáticos del fútbol colombiano, se encuentra nuevamente en el ojo del huracán debido a las acciones y declaraciones de sus directivos. La historia reciente del equipo escarlata parece estar plagada de anuncios grandilocuentes que terminan en decepciones, poniendo en tela de juicio la credibilidad y responsabilidad de sus accionistas.
En los últimos meses, hemos sido testigos de una serie de promesas incumplidas que han dejado a la hinchada americana con un sabor amargo. Desde el frustrado fichaje del "Tigre" Gareca como director técnico, pasando por la fallida contratación del mundialista Arturo Vidal, hasta llegar al anunciado proyecto de construcción de un nuevo estadio que parece desvanecerse en el aire, la directiva del América ha demostrado una preocupante tendencia a generar expectativas sin fundamento.
El caso más reciente y alarmante es la alianza anunciada con el grupo inversor Caltrac. Esta asociación, celebrada inicialmente como un paso hacia adelante para el club, ha resultado ser motivo de profunda preocupación. Medios nacionales han señalado los cuestionamientos sobre el origen de los fondos y las actividades de este grupo, lo que pone en evidencia la falta de debida diligencia por parte de los directivos del América antes de hacer público el acuerdo.
Es particularmente desconcertante la declaración del accionista principal, quien admitió haberse alertado de los posibles riesgos solo después de que los hinchas expresaran sus preocupaciones en redes sociales. Esta situación no solo demuestra una falta de profesionalismo en la gestión del club, sino también una desconexión preocupante con la realidad y las expectativas de su base de seguidores.
La acumulación de promesas incumplidas y decisiones cuestionables erosiona la confianza de la hinchada y pone en duda la capacidad de los actuales accionistas para dirigir una institución deportiva de la magnitud del América de Cali. Es evidente que la falta de experiencia en el manejo de un club de fútbol está pasando factura, y surge la preocupación de que el equipo esté siendo utilizado principalmente como vehículo para promocionar marcas personales que a veces es usada con intereses electorales, sin un verdadero compromiso con la competitividad deportiva, el desarrollo y la historia a largo plazo del club.
Si bien es cierto que el América de Cali es una entidad privada, sus directivos no pueden ignorar la responsabilidad social y cultural que conlleva dirigir un club con tanta historia y pasión. Los éxitos deportivos no solo son importante para la satisfacción de los hinchas, sino que también tienen un impacto económico positivo en la región cuando el equipo está en su mejor momento.
Es urgente que los accionistas del América de Cali reconsideren su enfoque en la gestión del club. Deben actuar con mayor responsabilidad, transparencia y profesionalismo. La hinchada merece más que promesas vacías y cortinas de humo; merece un proyecto sólido y sostenible que devuelva al equipo a la gloria deportiva.
Es hora de que los directivos del América de Cali entiendan que están al frente de una institución que va más allá de ser un simple negocio. Tienen en sus manos el corazón y las ilusiones de miles de hinchas. Es su deber honrar esa confianza con acciones concretas y decisiones fundamentadas, no con anuncios grandilocuentes que terminan en nada. Solo así podrán recuperar la credibilidad perdida y encaminar al club hacia un futuro promisorio.
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