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¿Qué pasó con el caso de Sara Millerey?

  • Foto del escritor: Redacción
    Redacción
  • 14 nov
  • 2 Min. de lectura
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Los crímenes sin resolver no pueden volverse paisaje en

Colombia. Tampoco caer en el olvido…

No fue un crimen más de los tantos que pasan desapercibidos por la prensa

nacional. No. Por el contrario, algo brutal. Inhumano. A Sara Millerey

González Borja le quebraron los brazos y las piernas, la arrojaron al río y,

mientras pedía ayuda, las personas se quedaron mirando y filmando.

Inconcebible en un país donde los atentados terroristas, las diferentes

manifestaciones de la delincuencia y los asesinatos se volvieron parte del

paisaje, de la cotidianidad.

¿Lo recuerda? Fue el 4 de abril del 2025, este año, en Bello, Antioquia. Y a

muchos ya se les olvidó.

Es más, quizá estén hurgando en el baúl de los recuerdos, porque ni siquiera

el nombre les resulta familiar.

La mujer trans se levantó como siempre, muy de mañana. Dormía mal.

Enfrentaba la ansiedad que la seguía a todas partes como una sombra

gigantesca.

Desayunó algo muy básico, vio parte de un noticiero de televisión y luego se

despidió de su madre, la única que la comprendía y aceptaba tal como era.

Para los padres, los hijos son los hijos.

“Dame tu bendición”, le pidió y prometió regresar. No iba a trabajar, iba a

buscar droga. Su medio de escape de la realidad que la atormentaba.

En esa casi media hora, ocurrieron los hechos. Y terminó en una quebrada.

Sus lamentos se oían desde lejos.

A pesar de la brutal agresión, Sara luchó por su vida durante

aproximadamente dos horas en el agua antes de ser rescatada por los

bomberos y la policía.

Fue trasladada a un hospital cercano, donde lamentablemente falleció horas

después debido a la gravedad de sus heridas.

Primera plana, titular desplegado, comentario en todos los medios. Incluso,

los alternativos.

¿Y hoy? Un crimen en el olvido. Y no puede ser así. No es un número más en

el anaquel de un juzgado o una oficina de investigaciones. Estamos hablando

de un ser humano. Y quienes tienen fibras sensibles de humanidad, sin duda


se identifican conmigo: necesitamos saber quiénes fueron los autores y qué

pasó con ellos. La impunidad no se puede volver costumbre en Colombia.

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