NEGROS NUBARRONES SE CIERNEN SOBRE VENEZUELA
- Redacción
- 14 ene
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JAIRO RAMOS ACEVEDO
Abogado - escritor vallecaucano

Históricamente se sabe que la suerte democrática que corra en el país vecino, tendrá repercusiones insospechadas en Colombia. Desde hace más de veinte años, las relaciones diplomáticas, comerciales y sociales, no han sido normales. El éxodo de venezolanos a nuestro territorio, ha traído malestar y xenofobia aguda, aunado a problemas de toda índole: delincuencia, insalubridad, cordones de miseria en los pueblos y ciudades.
Los escasos recursos destinados a la educación y la salud, ya no alcanzan. Muchos venezolanos son explotados en el campo laboral y han desplazado la mano de obra colombiana. Este fenómeno social, sin duda se debe al régimen de terror que ha implantado el gobierno de turno.
Durante los últimos años hemos asistido atónitos a las maniobras antidemocráticas que Nicolas Maduro viene implementando en Venezuela. El último hecho inaudito fue la posesión irregular que tuvo lugar la semana pasada, en la que Nicolas Maduro juramentó otra vez como presidente de los venezolanos.
Esta situación estuvo presidida por una multitudinaria manifestación de protesta del pueblo, tanto a nivel nacional como internacional, en las que, desafiando el miedo y la abstención, participó en las urnas para escoger nuevo presidente, en unas elecciones llenas de trabas y detenciones a los dirigentes de los partidos de oposición al gobierno. Pero pese a todo, según los resultados ganó Edmundo González Urrutia; sin embargo, el gobierno autocrático de Maduro no aceptó la derrota electoral.
A pesar de esta evidencia clara, la oposición pudo demostrar la existencia de un fraude electoral, toda vez que, el gobierno de Maduro no tuvo el coraje de exhibir las actas electorales, porque el resultado era adverso.
En efecto, el pueblo inhiesto, lleno de valentía, defendió su voto, y en forma reiterada marcho por las calles, plazas y grito al mundo entero que la democracia había que defenderla, en un ejercicio inédito de civismo democrático, recopiló las actas electorales y que ha validado la Fundación Cárter, y depositadas en una caja fuerte en Panamá.
Esta gesta de emancipación ciudadana ha estado encabezada por la aguerrida dirigente de la oposición María Corina Machado, quien el día anterior a la toma de juramento irregular de Maduro ante el Congreso de la República, como presidente, no tuvo los efectos esperados desde el ámbito internacional. El régimen de terror, cerró las fronteras y el espacio aéreo, para evitar cualquier situación perturbadora que evitara la posesión, y por donde se pensaba iba a llegar el verdadero presidente electo Edmundo González; pero este hecho no ocurrió.
El sátrapa de Maduro volvió a autoproclamarse presidente vitalicio de los venezolanos. Para lograr este objetivo, ordenó detener a decenas de dirigentes opositores del régimen y militarizar todas las ciudades importantes de Venezuela, pero aún así la muchedumbre salió a protestar, pero el objetivo no se alcanzó: evitar la posesión de Nicolas Maduro.
De modo que, Nicolás Maduro sigue en el poder, las Fuerzas Armadas no dan muestra de quiebre en su apoyo al chavismo y la oposición se mantiene en la clandestinidad, perseguida, sin capacidad clara de lograr una transición política. Como ocurrió en 2013, 2014, 2017 y 2019, la crisis política parece haber terminado con un ganador: quien funge como jefe de Estado desde el Palacio de Miraflores. En el fondo, sin embargo, mucho ha cambiado en Venezuela durante el último año.
Hay grandes diferencias entre este tercer mandato de Nicolás Maduro, que empezó el viernes, y los dos anteriores. Maduro ahora está aislado en todo sentido, la fragmentación en el chavismo aumenta, se vienen nuevas sanciones y perdió aliados clave de la izquierda como Gabriel Boric, Gustavo Petro y Lula Da Silva, que se suman a una comunidad internacional occidental que condena a un gobierno que se aferra al apoyo de Rusia y, de manera más tímida, China.
La oposición, por su parte, esta vez parece más legitimada que nunca tras demostrar el triunfo, por amplio margen, en las elecciones del año pasado. Su liderazgo, hoy concentrado en María Corina Machado, no ha caído en la desgracia de sus antecesores. Incluso desde el exilio, Edmundo González es considerado por buena parte del mundo como el presidente legítimo. "Todos sabemos que a partir de hoy arreciará aún más la presión", dijo Machado en su alocución del viernes, día en que Maduro se juramentó como presidente pese a que no logró demostrar, con pruebas, su victoria en las elecciones del 28 de julio.
"Seguiremos hasta hacerle entender a Maduro que esto se acabó", añadió la dirigente de 57 años. A pesar de esta maniobra antidemocrática de Maduro, el gobierno y el chavismo está cada vez más agotado, debilitado y aislado a pesar de que siga en el poder; sin duda este es el momento más débil de Maduro, y basta con ver cómo la izquierda latinoamericana lo ha abandonado.
La juramentación de Maduro el viernes 10 de enero fue un evento pequeño, sin invitados de peso, con solo dos jefes de Estado: el cubano Miguel Díaz-Canel y el nicaragüense Daniel Ortega.
Mientras tanto Edmundo González, candidato opositor en las elecciones de julio, fue reconocido como presidente electo por varias potencias del mundo y Estados Unidos impuso nuevas sanciones económicas a funcionarios chavistas y aumentó la recompensa por la cabeza de Maduro de US$15 a US$25 millones.
A pesar de que perdió claramente las elecciones, Maduro ganó la partida política, porque logró ser juramentado, mostró que tiene a la Fuerza Armada unificada detrás suyo, que tiene el control interno de la situación y no se le reveló el pueblo en la calle. Sin embargo, algo nuevo ocurrió; no es que siga todo igual. Su victoria es pírrica porque el carácter autoritario del régimen y su apoyo minoritario quedaron totalmente desnudos. El chavismo ya no puede decir que es una fuerza política mayoritaria ni que es un régimen democrático.
La líder Corina Machado reiteró que la lucha por un cambio de gobierno es "hasta el final". Hasta que salga Maduro. Tenemos dos líderes debilitados que sin embargo tienen un poder relativo que ojalá no derive en una situación catastrófica, sino que, más bien, abra el sendero de alguna solución política negociada. Quizá por eso muchos piensan que negros nubarrones se ciernen sobre Venezuela.
JAIRO RAMOS ACEVEDO
Abogado - escritor vallecaucano

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