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Cuando tu talento no importa: la pared absurda que bloquea títulos universitarios

  • Foto del escritor: Redacción
    Redacción
  • hace 22 horas
  • 3 Min. de lectura
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En Colombia, la universidad debería ser el espacio donde el estudiante afina sus talentos, se especializa en su campo y se prepara para dar el salto al mundo profesional. Pero para miles, el camino no termina en una ceremonia de grado, sino en una pared absurda: aprobar razonamiento cuantitativo como requisito obligatorio, incluso si su carrera no tiene relación alguna con esa materia.


La Universidad Santiago de Cali es solo un ejemplo. Allí, futuros abogados, comunicadores, artistas y psicólogos ven su título retenido por una asignatura que nada aporta a su formación específica. El discurso oficial es siempre el mismo: “desarrolla el pensamiento lógico”. En teoría suena noble; en la práctica, significa meses —a veces años— atrapados resolviendo ejercicios abstractos, tablas sin sentido y problemas diseñados para un examen, no para la vida.

Mientras Colombia insiste en imponer materias universales obligatorias sin importar su pertinencia, países como Canadá, Finlandia o Alemania han entendido algo básico: el estudiante universitario debe tener la libertad de elegir. Allí, las asignaturas generales —incluidas las de matemáticas— son electivas. Se toman si el estudiante considera que aportan a su formación o a sus intereses, no como una camisa de fuerza.


El principio es tan simple que resulta vergonzoso que aquí no se aplique: la universidad es para profundizar, no para retroceder. Un estudiante de derecho en Toronto no pierde el tiempo memorizando fórmulas estadísticas que jamás usará. Un alumno de artes en Helsinki no repite problemas de proporcionalidad como si estuviera en séptimo grado. En cambio, su formación se adapta a su proyecto de vida y a su campo profesional.


En Colombia, la consecuencia de esta rigidez es silenciosa pero grave. Estudiantes que han cumplido con todos los demás requisitos de su carrera quedan varados por un examen irrelevante. La frustración se acumula. Aparecen la ansiedad, la pérdida de motivación y, en no pocos casos, la deserción universitaria.

El mensaje implícito es brutal: “No importa que seas excelente en tu área; si no pasas este filtro, no mereces graduarte”. Y mientras tanto, las instituciones se lucran del estudiante que debe pagar semestres, cursos de refuerzo y derechos de examen para superar una barrera que no debería existir.


Pero el problema no es solo académico, es social. El razonamiento cuantitativo, como se aplica en Colombia, es un amplificador de desigualdades. Los estudiantes que provienen de colegios con una sólida base matemática lo superan sin dificultad; aquellos de entornos vulnerables, en cambio, chocan contra una pared que no mide su talento ni su capacidad profesional, sino el privilegio de su educación previa.


Lo irónico es que el cambio no requiere una revolución: solo sentido común.

El razonamiento cuantitativo debería ser:


Electivo para carreras que no lo necesitan como herramienta principal.


Aplicado a contextos reales según la profesión: análisis de datos jurídicos para abogados, lectura de indicadores de salud para médicos, etc.


Opcionalmente profundizado para quienes sí desean fortalecer esa competencia.


En un país que presume de querer modernizar su educación, seguir exigiendo esta materia como filtro universal es una contradicción grotesca. La universidad debería preparar para el mundo real, no retener títulos por un examen inútil.

En las naciones que Colombia dice admirar, el estudiante elige qué aprender más allá de su núcleo profesional. Aquí, en cambio, seguimos disfrazando de “formación integral” lo que no es más que un freno burocrático.

Mientras no entendamos que la educación superior debe ser un trampolín y no una carrera de obstáculos, seguiremos graduando menos por mérito y más por resistencia.

Porque la verdadera educación no encadena, libera; no impone muros, abre caminos.Como advirtió Rabindranath Tagore:

"El objetivo más elevado de la educación no es simplemente llenar de información, sino liberar la mente del hombre.


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