Por Rubén Darío Valencia
Periodista - escritor
La semana pasada fue tendencia (esa virtud de hacerse famoso merced a la exposición de miserias humanas o estupideces intelectuales que muchos persiguen como el Santo Grial) un video en el que, supuestamente (nadie lo ha aclarado, confirmado o desmentido) el Presidente Gustavo Petro camina plácida y arrobadamente de la mano de una dama por las idílicas calles del casco antiguo de Ciudad de Panamá.
Las redes sociales nos vendieron una historia difusa, marcada por la opacidad de las certezas, explotada por el morbo sin rostro que solo se masturba sin piedad en una orgía multitudinaria que no pide respuestas porque no hace preguntas, solo goza, pero nos dejaron sin la verdad que Colombia se merece, por cuanto el personaje central del sainete es el Presidente de la República, cuya intimidad también nos pertenece.
Y como todo en Colombia, las barras bravas se encargaron de ‘explicarnos’, a tirios y troyanos, a gritos, putazos, amenazas y teorías lunáticas, la ‘verdad’ de los hechos. Los antipetristas se dieron un delicioso banquete de humanidad: descuajaron las entrañas de Petro y encontraron escondida una mujer antigua; a la dama de compañía le pusieron nombre, oficio y género, e hilaron una novela de amor de sexos confundidos y encontrados en un imposible cóncavo y convexo.
Los petristas, por su lado, culparon a la IA de armar la cita imposible con avatares idénticos, descubrieron una trampa uribista que usó dobles perfectos, se midieron los ángulos de las sombras, los rostros de los escoltas, su número equívoco para un presidente que necesita 50 y no tres, para terminar en la acusación de mariquerías ajenas en sus más odiados contradictores. Pero nadie nos dio la verdad del episodio. Hasta hoy, incluso.
Vale la pena, entonces, reflexionar sobre este caso, pues la irrupción de las redes sociales ha transformado profundamente la manera en que interactuamos, compartimos información y nos formamos opiniones. Este cambio ha tenido repercusiones significativas en diversos ámbitos, incluyendo la verdad axiológica, social, política y económica, generando una crisis mundial en muchos sentidos.
Verdad axiológica
La verdad axiológica se refiere a los valores y principios éticos que guían nuestras acciones y juicios. Las redes sociales han democratizado la difusión de información y opiniones, permitiendo a cualquier persona con acceso a internet compartir sus puntos de vista. Sin embargo, esta ha venido acompañada de desinformación y noticias falsas. Los algoritmos de las redes tienden a priorizar contenidos que generan mayor interacción, independientemente de su veracidad, lo que ha llevado a la propagación de valores distorsionados y a la dificultad para discernir entre hechos y opiniones. Este fenómeno pone en crisis nuestra capacidad para mantener un consenso sobre los valores éticos fundamentales.
Verdad social
En el ámbito social, han alterado las dinámicas de comunicación y cohesión comunitaria. La creación de cámaras de eco, donde los individuos son expuestos predominantemente a contenidos que refuerzan sus propias creencias, ha polarizado a las sociedades. Esta polarización se manifiesta en una creciente fragmentación social y en la disminución del diálogo constructivo entre personas con diferentes puntos de vista. La verdad social, entendida como el acuerdo sobre la realidad compartida y las normas de convivencia, se ve amenazada por la segmentación y la confrontación constante.
Verdad política
La política ha sido particularmente impactada por las redes sociales. La capacidad de estas plataformas para influir en la opinión pública y movilizar a grandes segmentos de la población ha sido aprovechada por actores políticos para manipular percepciones y comportamientos electorales. Las campañas de desinformación y las fake news son herramientas poderosas en manos de quienes buscan desestabilizar o influir en procesos democráticos. La verdad política se ve así comprometida, ya que los ciudadanos reciben una mezcla de hechos, mentiras y propaganda, dificultando la toma de decisiones informadas y el funcionamiento saludable de las democracias.
Verdad económica
En el ámbito económico, las redes sociales han creado nuevas oportunidades y desafíos. Si bien han democratizado el acceso a la información, los rumores y las especulaciones pueden propagarse rápidamente, influyendo en las decisiones de inversión y consumo de manera impredecible. Además, ha llevado a prácticas que priorizan el sensacionalismo sobre la precisión, afectando la calidad de la información económica disponible.
En resumen, las redes sociales han desencadenado una crisis mundial en la comprensión y manejo de la verdad porque tenemos un serio problema humano en la relación con las audiencias masivas de las redes: la mentira es emocional, dramática, la verdad suele ser seca, confrontadora y aburrida.
El mundo ya es un programa global del Gran Hermano donde los algoritmos dan información muy precisa sobre nosotros a los monopolios que nos hacen mover, hacer y pensar en una urdida trampa de mentiras y emociones. Y lo peor: nos vigilan.
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