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¿EL ALCALDE DE LA BIODIVERSIDAD?

Por Pedro Luis Barco Díaz, Caronte.

 


Para personas comunes y corrientes como yo, adentrarnos en el laberinto ambiental creado por científicos y especialistas, resulta difícil, debido al lenguaje académico tan riguroso, que a menudo se vuelve ininteligible.

Pese a eso, con el especialista ambiental caleño Gustavo Eduardo Moreno Angulo, escribimos un libro titulado «La COP16de Cali: una Pugna entre Biodiversidad y Neocolonialismo», en cuyo prologo el escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal asevera: «aun cuando los autores de este libro afirman con certeza que está hecho para jóvenes de todas las edades y hasta para viejitos desocupados, no hay duda de que buscan mucho más que entretener».   

Lo que nunca pensamos es que, al día de hoy, fuera el único libro que se produjo en el país sobre, según lo afirma la inteligencia artificial, un evento tan importante.

Tal vez en quinientos años, si no hemos desaparecido antes por nuestra arrogancia humana global, volveremos a tener en nuestro país un evento internacional de la envergadura de la COP16 de Biodiversidad. Este acontecimiento busca encontrar soluciones para que, en nuestro pequeño planeta, continue latiendo el delicado y esquivo prodigio de la vida en su incierto navegar por el infinito océano cósmico.

La pérdida de la biodiversidad y el cambio climático, son los dos grandes cambios más significativos y catastróficamente negativos para el planeta. Aunque en el pasado también ocurrieron, es la primera vez que suceden por causa de nosotros, los humanos.

La científica mexicana Julia Carabias Lilo ofrece datos estremecedores: «el 75% de la superficie terrestre y el 66% de los océanos están profundamente alterados, el 85% de los humedales se han perdido, el 33% de las pesquerías están sobreexplotadas, se han perdido, en los últimos 50 años, cerca del 78% de las poblaciones de vertebrados».

Además: «el 95% de la biomasa corresponde al ganado y a los humanos, y solamente el 5% a los animales de vida silvestre. Hace 10.000 años era completamente a la inversa».

La doctora Carabias sostiene que la pérdida de biodiversidad es de carácter irreversible, mientras que el cambio climático puede ser, al menos en teoría, atenuado y mitigado.

Para estar al tanto de la COP de Biodiversidad, es necesario que los ciudadanos rasos, conozcamos los objetivos del Convenio de Biodiversidad Biológica (CBD) negociados en la Cumbre de Río en 1992:

1. La conservación de la diversidad biológica.

2. El uso sostenible de sus componentes.

3. La participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos.

Este último objetivo surge porque, para los países biodiversos como el nuestro, cuidar la biodiversidad constituye una carga muy pesada y desigual.

Los países desarrollados, expertos en materia colonial, gracias a los adelantos científicos en genética y a una compleja legislación de patentes y “obtenciones”, permitieron que las multinacionales de la farmacéutica y los alimentos obtuvieran beneficios exclusivos, con el trabajo ajeno.

Estas grandes compañías dedicadas a la creación de nuevas semillas, toman sin permiso y sin pagar, las semillas que han sido conservadas por los campesinos, indígenas y comunidades locales por 10.000 años. ¡Una burda neoexpropiación!

 

Los modernos obtentores, terminaron arrinconando a los milenarios obtentores tradicionales que consideran que las semillas deben continuar caminado «libremente acompañadas de los pueblos que las han protegido y no tienen un dueño definido, porque son patrimonio de los pueblos».

 

Otro dato relevante es que en 2010 se aprobaron 20 metas y cinco objetivos estratégicos de biodiversidad, durante la COP10 en la provincia de Aichí (Japón), pero no se cumplieron. Por eso, en la anterior COP15 del 2022, se construyó el nuevo Marco Mundial Kunming-Montreal, cuya verificación de cumplimiento, constituye el corazón de la COP16 de Cali.

Este último acuerdo marco, consta de cuatro objetivos de largo plazo al 2050 y de 23 metas de corto plazo al 2030 cruciales y definitivas. La tercera meta, la más conocida, busca que el 30% del área continental y marítima del planeta esté en zonas protegidas. La buena noticia es que Colombia, el segundo país más biodiverso, cumplirá con dicha meta.

Una meta importantísima para nuestra ciudad, es la meta 12, que busca que los grandes conglomerados urbanos pasen de los parques a los bosques urbanos, mediante la interconexión de estos entre sí y con las zonas rurales.

Esto debe hacerlo la ciudad, pues el marco mundial se aplica también a los gobiernos regionales y locales. El alcalde Alejandro Eder, podrá lucirse al crear el bosque urbano COP16 de Cali (repito: no parque) en el predio la Carpa de la Cincuenta, conectando este predio al complejo deportivo y de allí -por senderos- a la menguada zona protectora del río Cañaveralejo que nace en los Farallones de Cali.

Este bosque y otros que podría impulsar el alcalde, como el de la calle 16 con 70 al río Meléndez, serían la piedra angular para que nos ganáramos el título más honroso que debe adquirir la ciudad como legado de la COP16: la de Capital Mundial de los Bosques Urbanos.

Otra acción que podría tomar, aunque ya queda poco tiempo, es solicitar en préstamo la estatua de la Negra del Chontaduro (nuestro símbolo más tradicional y auténtico de la biodiversidad del Pacífico colombiano) a sus custodios del hotel Dann Carlton, trasladarla al Centro de Convenciones Valle del Pacífico, antes o durante la COP, para que presida espiritualmente el evento, y regresarla resignificada por los honores de los defensores de la vida de todo el planeta. El remate de esta gran faena simbólica sería ubicarla en el bosque COP16 cuando se culmine su construcción.  

Así, también pudiéramos llamar a Alejandro Eder “el alcalde de la biodiversidad”. 


Luis Barco Díaz, Caronte.

 



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