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Carta al señor Otty Patiño (aunque no la lea)

Por Rubén Darío Valencia

Periodista - escritor 


Señor Patiño:

Quizá usted no sepa, no le duela o, peor aún, no le importe el bombazo que su dolor explícito por la muerte en combate legítimo de un terrorista le dio a la moral del país, a sus Fuerzas Armadas y a la credibilidad de su papel como negociador del Estado con los enemigos de Colombia. Máxime, cuando su expresión que elevó a la categoría de “fatídica” la acción militar que dio de baja a alias ‘Hermes’, un brutal cabecilla de las disidencias de las Farc que previamente había ordenado ataques y crímenes, coincidió dolorosamente con el fallecimiento de Don Rafael González, un humilde inmigrante venezolano que se ganaba la vida como cuidador de motocicletas en una calle de Jamundí atacada con una moto bomba por esos mismos causantes de su dolor infame.

Pero para esta muerte, esta sí fatídica e inmoral, ni una sola palabra suya, ni de nadie del Gobierno, porque era un civil inerme, sin armas, cuyo único pecado fue cruzarse en el camino del despiadado hombre de las Farc que le dejó la moto explosiva sin siquiera darle una señal para que salvara su vida. Casi dos semanas después, Don Rafael muere en una terrible agonía fruto de sus destrozos en una clínica de Cali. Pero usted, señor Otty, no dijo nada, no le dolió nada. Bueno, ese día sí dijo: lamentó profundamente la muerte del terrorista y pidió que ese tipo de acontecimientos “no pueden llamarse incidentes porque es volverlos leves e insignificantes: Es algo fatídico”.  Una ignominiosa declaración que quedará para la historia triste de este país triste.

Nariño, y especialmente Cauca y Valle del Cauca, señor Patiño, están en medio de una guerra brutal y despiadada, y aunque no es Ucrania ni Gaza (las guerras que más preocupan a este Gobierno), la gente vive en medio de ráfagas de fusil, de bombas y de ataques aéreos con drones. Municipios como Morales, Cajibío, Suárez, Santander de Quilichao, Jamundí y su zona rural, no solo han registrado la destrucción de sus puestos de Policía, sino de instalaciones civiles como acueductos, redes electrificadoras, escuelas, hospitales viviendas familiares y comerciales, dejando un saldo de más de 15 muertos, entre militares, adultos y niños civiles, y una treintena de heridos, la mayoría de gravedad. Pero usted no lo ha lamentado, no ha mostrado su dolor. Ni siquiera cuando el papá de la vicepresidenta Francia Márquez (su compañera en el Gobierno), Sigifredo Márquez, fue atacado junto a su nieto de apenas seis años con tiros de fusil en Robles, Valle, porque no le hizo caso a un retén, también de las Farc. No le oímos decir una palabra frente a lo inconcebible.

Soldados, policías, indígenas, negros, maestros, comerciantes, niños, líderes sociales, transeúntes desprevenidos y humildes trabajadores de calle como Don Rafael han caído víctimas de las balas asesinas disparadas por los que a usted le duelen tanto, señor Otty. Pero sepa que su dolor a nosotros se nos vuelve el dolor de patria, el de una Colombia que tiene la desfortuna de ser representada por usted ante sus victimarios, una negociación en la que, ya estamos avisados, llevamos las de perder, pues tienen en usted un doliente y no un reclamante.

Colombia no puede debatirse, comisionado, entre la ideología de la muerte: entre ‘Hermes’ y Don Rafael, porque son moral, ética, política y militarmente distantes, abismalmente diferentes. El primero era un criminal avezado, con un largo prontuario de asesinatos, extorsiones, ataques a la población civil, secuestros y narcotráfico, que murió en su ley, empuñando un arma para enfrentar la legítima acción del Estado. El otro era un hombre humilde, del pueblo, trabajador, desarmado, sin prontuario, padre de familia, un inmigrante que huyó de la pobreza y la dictadura de su país en busca de un sueño de libertad y prosperidad. No nos ponga a decidir por quién hemos de llorar, no intente dividirnos entre un dolor y otro usando con cinismo una negociación que ya sabemos no nos dará justicia.

Así las cosas, señor Otty Patiño, comisionado de paz, usted ha quedado ladeado en su postura, ya sabemos para donde tira, ya sabemos quiénes le duelen hasta lo fatídico. Usted no puede seguir representándonos en la mesa de negociaciones con los grupos armados ilegales porque su comportamiento es sospechoso (¿ya tomó partido?). En nombre de Don Rafael, el vigilante de motos en Jamundí que murió el mismo día de alias ‘Hermes’, le ruego que deje el cargo. Muchas gracias.


Rubén Darío Valencia

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