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¿SOMOS REALMENTE CIEGOS Y SECTARIOS?




JAIRO RAMOS ACEVEDO

Abogado - escritor vallecaucano



Desde que se estrenó la Constitución de 1991, las movilizaciones callejeras resultaron ser una demostración de inconformidad del pueblo; pero ahora es para medir el grado de legitimad del poder político. Unos días antes caminaron por las calles las centrales obreras, y para el día 21 de abril, va a salir a protestar un fragmento de la sociedad que pareciera que fuera ciega y sectaria, porque a nadie que tenga dos centímetros de frente, se atrevería a refrendar las atrocidades humanas que un expresidente ha cometido, ni respaldar los actos de corrupción que a borbotones empiezan a salir de la gestión administrativa de los gobiernos anteriores.  


Esos líderes políticos deberían tener vergüenza, de arengar contra el Gobierno de Petro, porque sin duda estos mismos son los que llevaron a que el año 2021 se produjera el estallido social. 


El pueblo esa masa amorfa, olvidada, explotada, arrinconada, desplazada, instrumento de ciegas pasiones sectarias de los políticos, son los que saben que nada pierden. Olvidan que esta hecatombe social no es de ahora sino desde 1948, cuando el pueblo se enfureció y quiso derrocar el gobierno de Mariano Ospina Pérez. 


Desde que se abrió la puerta del infierno, el Estado Colombiano, no ha podido tener un sosiego institucional- salvo el frente nacional-, por eso ahora ésta en crisis la noción de democracia. Aquella, concebida como un fin en sí mismo, ha enfrentado desafíos crecientes para mantener su legitimidad y apoyo público en todo el mundo. 


A medida que las expectativas de los ciudadanos aumentan y las demandas de resultados concretos en áreas como seguridad, economía, educación y salud se vuelven más urgentes, el respaldo a la democracia se desvanece cuando no se ven resultados tangibles. En el contexto colombiano, las cifras son reveladoras: mientras el 45% de la población está de acuerdo en que la democracia es el mejor sistema para gobernar (a pesar de sus defectos), el 31% está en desacuerdo. Estas estadísticas sitúan a Colombia en el tercer lugar de la lista de países con menos confianza en la democracia, según una encuesta reciente realizada en 43 naciones.

Además, es importante tener en cuenta que muchas personas no comprenden completamente conceptos políticos como derecha o izquierda, y mucho menos el significado de democracia. La mayoría de la población tiene una visión pragmática y busca resultados concretos que respondan a sus necesidades inmediatas.


En un contexto en el que las preocupaciones diarias como el empleo, la seguridad y el acceso a servicios básicos ocupan un lugar central en la vida de las personas, la política y la democracia se perciben a menudo como abstracciones lejanas. 


Esto significa que, los líderes políticos y las instituciones democráticas establezcan vínculos claros entre las políticas públicas propuestas y las mejoras tangibles en la calidad de vida de la ciudadanía, a fin de recuperar la confianza y el respaldo hacia el sistema democrático. 


Existen dos condiciones básicas para una democracia saludable pueda entrar en riesgo. En primer lugar, la percepción de que el Gobierno está realmente dirigido por la voluntad del pueblo está disminuyendo, con un 39% de personas que creen que así es, mientras que un 42% no está de acuerdo con esa afirmación. 


Asimismo, debemos afirmar que como los medios de comunicación ejercen una influencia directa sobre la voluntad sobre aquella zona indecisa de la población que reniegan siempre cuando sus intereses económicos no coinciden con las decisiones del Gobierno, conducen a que protesten siempre. Pero, además, esa reacción no es natural, sino que obedece a factores ideológicos que impiden que se lleven a cabo cambios estructurales, porque los sistemas anteriores son obsoletos y corruptos. Por eso a pesar de los cambios presentes estos dejan de ser cuantitativos para ser cualitativos. Debemos ser objetivos, no sirve protestar por protestar, sino que con razones lógicas se descubra la verdad que impide a la sociedad avanzar por mejores caminos, sin odios y sin sectarismos políticos.


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