JAIRO RAMOS ACEVEDOAbogado - escritor vallecaucano
Aquella parte de la sociedad colombiana que anhelaba un cambio cualitativo y cuantitativo, en todas las relaciones sociales de producción, con la llegada al solio de Bolívar de Gustavo Petro; hoy observa con pesimismo, que esa utopía se ha convertido en una distopía, al cabo de dos años de gobierno.
Esto nos lleva a plantear un interrogante: Si la vida de Gustavo Petro ha estado ligada a la política desde su juventud, primero con la militancia en la extinta guerrilla del M-19 y después por su labor en el Congreso durante décadas; ¿por qué le ha sido difícil administrar el Estado y hacer los cambios que requiere el país?
Petro encabezó una coalición que logró romper con las mayorías conservadoras que tradicionalmente han dominado el país, para optar a la Presidencia puesto que no era una experiencia nueva para Gustavo Petro, por tanto, este empeño no fue fácil, menos teniendo en cuenta la tradición política de Colombia.
Una nación en la que nunca ha gobernado la izquierda. Hasta ahora. Por eso Petro bautizó a su coalición como “Pacto Histórico” y tejió una serie de alianzas con diferentes actores políticos de la sociedad colombiana.
Algunos emergentes y olvidados históricamente por un país extremadamente centralista y elitista, pero otros encasillados en el establecimiento político desde hacía años. La figura de Petro era para la campaña electoral a la presidencia una de las más reconocidas en la política colombiana.
Su trabajo en el Congreso durante las últimas décadas lo había convertido en un referente para la izquierda gracias a sus investigaciones sobre el paramilitarismo y sus vínculos con la política, aunque también en un perfil altamente rechazado por sus contrincantes, quienes lo consideran una amenaza.
Desde que el virus de la política se inoculó en su sangre rebelde, desde muy temprana edad, supo que debía encarnar el alma del pueblo marginado, el que está lejos de la élite que ha dominado Colombia durante décadas. Esa élite de la que tantas veces ha renegado.
En efecto: Petro se presentó como candidato de la izquierda, proveniente de la clase media del país, quien tuvo la oportunidad de acceder a estudios superiores durante su juventud, aunque no pasó afugias económicas durante su vida, fue muy consciente de que, en su entorno, había millones de colombianos que vivían en la marginalidad y la pobreza.
Su activismo político comenzó de esa forma, como luchador contra las desigualdades que azotan a una nación profundamente clasista y excluyente. Esto fue lo que lo llevó directamente a la política, primero como concejal independiente en Zipaquirá, después como parte clandestina de la extinta guerrilla del M-19. La militancia en esta guerrilla durante su juventud es uno de los lunares que más critican sus opositores.
El M-19 fue una guerrilla que es conocida en Colombia por actos como la toma del Palacio de Justicia en 1985, aunque el carácter que tuvo durante la mayoría de su existencia fue diferente al de otros grupos armados como las FARC y el ELN.
El M-19 tuvo un desarrollo fundamentalmente urbano y estudiantil más que militar, y Gustavo Petro nunca fue parte de acciones armadas sino ideológicas. El punto fuerte siempre ha sido la oratoria y los discursos políticos.
Ahora en la presidencia, las medidas de seguridad se han multiplicado debido a las fuertes amenazas que enfrenta por ser progresista. Esto en razón a que los militantes de la izquierda en Colombia han sido perseguidos y aniquilados durante años por parte de grupos paramilitares – mercenarios- y fuerzas estatales.
Petro se adhirió a los acuerdos de paz entre el M-19 y el Gobierno en 1990. Fue amnistiado por el Presidente Virgilio Barco. Durante muchas veces, Petro vio peligrar su vida y asistió al asesinato de varias personas de su entorno más cercano.
El hecho notorio que le llevó a la fama fueron sus denuncias contra los nexos que tenía la política colombiana con el paramilitarismo. El final de la década de 1990 y comienzo de la del 2000 vio como estos grupos armados experimentaron su mayor auge, en algunos casos con el beneplácito del poder Estatal.
Gustavo Petro fue capaz de demostrar como representante y después como senador las relaciones que tenían numerosos políticos regionales y nacionales con el paramilitarismo, especialmente durante el Gobierno de Álvaro Uribe Vélez. De hecho, llegó a denunciar que el expresidente apoyó a estos grupos armados y que había permitido asesinatos incluso en terrenos de su propiedad – finca El Ubérrimo-.
Sus investigaciones contra políticos de la costa Atlántica llevaron a algunos de ellos a la cárcel y su confrontación directa con el expresidente Uribe elevó su popularidad hasta el punto de ser el tercer senador elegido con mayor número de votos en todo el país.
Esta ola de apoyos hizo que Gustavo Petro se lanzara a la Presidencia por primera vez en 2010; sin embargo, falló en el intento. Petro obtuvo un irrelevante cuarto puesto en la primera vuelta de las elecciones, una posición que lo alejó de poder disputar el poder al uribismo. Este acto hundió al Polo Democrático, pero lo elevó como una figura implacable ante la corrupción para una parte importante del electorado.
Es así como por medio de una formación de un grupo político totalmente nuevo, Bogotá Humana, decidió lanzarse en 2011 a la alcaldía de la capital del país y sorpresivamente lo logró. Esta etapa al frente de la alcaldía, el segundo puesto más importante del país, fue extraordinariamente polémico.
Sus rivales lo acusaron de no completar la mayoría de los proyectos y sus defensores aseguran que no lo dejaron gobernar. Durante su etapa incluso fue destituido por la Procuraduría cuando intentó cambiar el esquema de recolección de basuras. Un caso que el entonces alcalde llevó hasta la justicia internacional, donde finalmente ganó y fue restituido en su cargo.
Tiempo después, hizo coaliciones importantes con otros grupos ideológicos con identidad similar a la de izquierda, y Petro se lanzó como el líder indiscutible de la izquierda colombiana y recibió un amplio respaldo de un electorado cada vez más dividido entre uribismo y antiuribismo.
En esta dicotomía, Petro representaba la lucha clara contra el poder establecido desde el año 2002 por el expresidente Álvaro Uribe y, posteriormente, por su partido, el Centro Democrático. En las elecciones de 2018 Gustavo Petro logró la hazaña de pasar a segunda vuelta contra el candidato del Centro Democrático Iván Duque.
La contienda política finalmente se decantó por la opción derechista, pero sentó una sólida base que consagró a Petro como la alternativa seria hacia el futuro. Esta hazaña no ha sido fácil, quizá porque Gustavo Petro es uno de los personajes más polarizados del panorama político en Colombia junto al del expresidente Álvaro Uribe.
El amor lanzado por una parte importante de sus seguidores ante lo que creen que es una esperanza de cambio, contrasta con el odio destilado por un sector de votantes que lo consideran “extremista” y un “peligro” para Colombia.
La mayoría de las críticas vienen desde los sectores opuestos a su figura y tendencia política, aunque también han existido controversias desde sectores de la izquierda. Una parte de los adversarios políticos ven en su proyecto político y gubernamental una frustración.
Una tesis que para sus simpatizantes es un mantra de la derecha para apelar al miedo en la sociedad colombiana, situación que funcionó e hizo que la candidatura de Iván Duque fuera la más votada.
Pero lo cierto es que el proyecto actual del Pacto Histórico es una opción muy transversal en el arco ideológico, con integrantes que van desde la izquierda a la centroderecha. De los “nadie”, olvidados por el estado colombiano durante décadas, a figuras arraigadas al establecimiento político del país. Una cuestión que ha levantado también controversia entre sectores de la izquierda.
Durante estos dos años de gobierno, la estocada mortal ha sido el acto de corrupción que se engendró y se presentó con la UNGRAD, y que ha vinculado a funcionarios de confianza del Presidente y a otros políticos pertenecientes al Congreso de la República.
El otro tema polémico de Petro es entorno a su posición respecto a las designaciones de amigos en cargos diplomáticos, y otros en altos cargos del Estado, sin ninguna experiencia administrativa, en un contexto social aún a favor que está exigiendo verdaderos cambios, en un país hastiado del establecimiento de los últimos 50 años, la pobreza, la inseguridad y el debilitamiento de los Acuerdos de Paz; Gustavo Petro, logró ganar las elecciones presidenciales en un giro histórico para la política colombiana, con esfuerzo, pero hasta el momento parece que aún estuviera en campaña y no administrando el Estado, uno de los pueblos más convulsos y conflictivos del continente americano.
Aún debe afrontar el mayor desafío de su vida política: devolver la confianza y la credibilidad a la izquierda colombiana, porque hasta ahora sigue utilizando las mismas mañas torticeras de los políticos tradicionales. Este fenómeno ha llevado a concluir que la izquierda en Colombia está languideciendo.
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