Lo peor que le puede convertir a un líder de izquierda, es convertirse en dictador, porque termina haciendo cosas peores que la derecha que siempre criticó.
Por Fernando Alexis Jiménez
Periodista - dirigente sindical
En más de un hogar se quedaron esperando disfrutar de las hallacas, el cachito, la carne mechada o los fríjoles caraotas que les evocan su tierra, porque apenas sobre la media noche pudieron comprobar lo que muchos ya sospechaban de antemano: por la magia de Birlibirloque, Nicolás Maduro iba a ganar las elecciones.
“Lo primero que iba a hacer al regresar a Caracas, era un recorrido muy despacio por el Paseo de los Héroes, que me recuerda la niñez o, quizá, ir a la casa natal del Libertador, adonde mi padre me llevó cuando era adolescente.”, me dijo Eduardo Miranda, quien llegó a la ciudad hace tres años, proveniente del Estado Carabobo.
Junto con decenas de personas estaba el domingo en el Bulevar del río Cali, siguiendo las noticias por televisión. “Las primeras sospechas surgieron cuando, pasadas las siete de la noche, reinaba un hermetismo abrumador”, explicó al decir que resulta inexplicable que un sistema electrónico de sufragio como el que dice tener a disposición el Consejo Nacional Electoral, resultara obsoleto y no agilizara el conteo de votos, como se había anunciado.
Los venezolanos asentados en Cali iban de un lugar a otro, con una brisa suave que bañaba la zona, pero con un cielo muy negro, como la noticia que se avecinaba. Los embargaba la incertidumbre y el desespero.
Las máquinas se habilitaron en el 2004. Lo último en guaracha, dice el gobierno. Pero a la hora de la hora, pareciera que sirvieron de poco o de nada, hasta el punto que Maduro terminó advirtiendo sobre un intento de hackeo y en el colmo de su desfachatez, propia del personaje principal del “Otoño del Patriarca”, acusara del atentado tecnológico a María Corina Machado. Sin duda, Gabriel García Márquez, se hubiese quitado el sombrero ante semejante argumento que excede el realismo mágico.
“Se robó las elecciones”, sentenció Lucía, la esposa de Eduardo, nacida y criada en Cabimas, ciudad cercana a Maracaibo. Ella está amañada en el Valle del Cauca por el clima, muy parecido al de su lejano Estado de Zulia. Su desolación es la misma de millares de venezolanos dispersos por el mundo, que consideran que lo peor que le puede ocurrir a un líder de izquierda, es convertirse en dictador.
Fernando Alexis Jiménez
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