
Debemos admitirlo de una vez por todas, somos una sociedad subdesarrollada donde el desempleo es un problema social constante, donde el Estado no ha podido, o quizás no ha querido afrontarlo con políticas económicas serias que permitan generar fuentes de empleo.
Ante esta realidad inadmisible, que cruza plañideramente Latinoamérica, desde el río Bravo en México hasta el sur de la Patagonia, detrás de los altos índices de miseria y atraso social, existe una población que invade los espacios públicos como la langosta sin anunciarse, pero produciendo graves problemas no solo para la convivencia pacífica sino también para la economía formal.
Esa muchedumbre desarrapada, sin ninguna ley laboral que las proteja, andan como seres trashumantes, de un lugar a otro, sin contar con un sitio seguro para vivir y ejercer la actividad del rebusque.
Sí, efectivamente me refiero a los vendedores ambulantes, que diariamente se ubican en cualquier lugar para ofrecer todo tipo de mercancías - en su mayoría de contrabando-, pero que se adueñan del anden o parques o de la plaza pública con la ayuda del político que le ofrece el permiso legalmente otorgado por la Administración Municipal a cambio de unos votos el día de las elecciones, o de promesas incumplidas.
Es decir, se aprovechan de la necesidad ajena, sin importar las consecuencias sociales y económicas que ese acto de generosidad genera.
Desde hace muchos años cada Alcalde ha querido barrer esa hojarasca de gritos y ecos de angustia que constantemente expulsan esas bocas hambrientas, y que no están solas, sino que integran un núcleo familiar numeroso.
De nada ha servido que sean reubicados, inclusive en lugares infrahumanos como los que hizo el Secretario de Gobierno Carlos José Holguín en época pretérita, frente al Palacio de Justicia. Ni tampoco el desalojo a la fuerza, en la madrugada, de las casetas empotradas en la calle 8 y calle 14, bajo la Administración del inefable Ricardo Cobo Lloreda.
De modo que, cada Secretario de Convivencia y Seguridad Social a tratado por todos los medios de erradicar a los venderos ambulantes - que ya no lo son -, pero sus esfuerzos han sido en vano.
Este problema es un reflejo claro y evidente de la población desempleada que aumenta cada día en las ciudades y poblaciones, y que, ante la imposibilidad de encontrar un empleo digno y honrado, no tienen otra alternativa que lanzarse al mundo del rebusque, porque hay muchas bocas que alimentar.
Esto implica que el problema ha hecho metástasis en la sociedad, y no existe ya ningún remedio legal que lo cure. Cada Alcalde deberá entonces admitirlo con el dolor del alma, y aceptar que es una locura utilizar la fuerza Pública para extirpar este tumor maligno que corroe el tejido social de Colombia.
Ya que la solución no es inmediatista mediante la detención de personas o la retención indebida de la mercancía. No. La asonada o reyerta social acaecida la semana pasada en el centro de la ciudad, es una alerta que nos indica el grado de angustia, zozobra y hambre que padece el pueblo caleño.
Por tanto, se deben adoptar otras medidas más persuasivas y convincentes, que logre organizar a esa población que padece las mismas vicisitudes de los colombianos: buscar el sustento diario para vivir dignamente. ¿O acaso las Autoridades desean que ellos se vuelvan delincuentes?
La Corte constitucional se ha pronunciado sobre el uso del espacio público, y muchas personas utilizan la confianza legítima como herramienta jurídica para permanecer eternamente en un lugar que afean el espacio público como es el caso de los puestos ambulantes ubicados sobre la carrera tercera con calle quinta.
Epicentro internacional de Cali, y sitio obligado de los turistas, que siempre tendrán que transitar para pasar del Bulevar del Río al barrio San Antonio y El Peñón.
Esta política permisiva de las administraciones anteriores ha convertido a Cali en un muladar que no se justifica después de que se ha invertido una millonada en arreglos paisajísticos sobre esta zona hace algunos años. Los moradores de este sector de la ciudad, esperan que la actual administración de Alejandro Eder, puede cambiar la imagen decrepita de este sitio emblemático del centro de Cali, donde siguen proliferando toda clase de vendedores ambulantes, utilizando energía de contrabando y sin control de sanidad sobre las comidas que venden. A solo una cuadra de la calle de la escopeta, sitio donde funcionan las oficinas administrativas del ingenio Providencia y la iglesia la Merced.
En fin, ya es hora de controlar esta situación caótica que afea el área turística internacional de la sucursal del cielo. Señor Alcalde nadie sabe más que usted esta problemática, y que ninguna autoridad a tenido el coraje de enfrentar esta situación de oprobio y vergüenza ciudadana, esperamos que usted lo haga.
Póngase alguno de los dos pantalones de bluyín que tiene y haga valer la autoridad que tiene.
Comments