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Colombia, ¿potencia mundial del aborto?

Por Rubén Darío Valencia

Periodista 


Debo reconocer la valentía, el compromiso, la coherencia ideológica del presidente Gustavo Petro con el aborto, al reglamentar con prontitud, a través de la Superintendencia Nacional de Salud, la interrupción voluntaria del embarazo hasta la semana 24, es decir, ¡hasta los cinco meses y medio de gestación!

Normativa que fue publicitada con estruendo por el Gobierno como una conquista social y recibida con júbilo por quienes han subrogado el derecho de nacer, al desarrollo de una lucha por imponer nuevas visiones feministas, que no femeninas, con una perspectiva de género. 

Ese mismo día, y como una extraña contradicción de la vida, en la zona del Bajo San Juan la joven Yelisa Zarco Chamarra y su bebé recién parido, y una niña indígena con apenas 16 meses de vida, morían sin poder recibir ayuda médica urgente, víctimas del paro armado que sufría el Chocó por parte del ELN y que no dejó pasar la ambulancia que los transportaba de urgencia.
“Primero la guerra”, dijeron los desalmados. Lo peor, es que nadie dijo nada desde el Gobierno, ocupado, como dije, en la promulgación de la inquietante reglamentación para la práctica del aborto.
Y debo reconocer, además, que, aunque Petro predica y simpatiza con esta práctica que divide al mundo entre cristianos y globalistas, no fue él el autor de la ley. Desde el 21 de febrero de 2022, por orden de la Corte Constitucional, el aborto en Colombia es un ‘derecho’. No se necesitan justificar los motivos para practicarlo. Ya no hay razones plausibles.
La interrupción voluntaria del embarazo es libre durante las primeras 24 semanas de gestación, una de las más ‘atrevidas’ del mundo (reconocida así con orgullo por sus activistas) desde el punto de vista del riesgo médico para la mujer, y desde la visión moral y ética de la humanidad ya formada del feto.

Petro solo la reglamentó, ordenando mediante una circular que toda EPS, IPS, clínica y hospital del país garanticen la prestación óptima del servicio de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). Como si fuera el tratamiento de una epidemia, una gripa, un sarampión, y sin importar si la paciente es una menor de edad. “Primero la calidad del servicio en Colombia”, reza el documento oficial, que celebraron sus defensores como “un nuevo avance para la protección del derecho al aborto”.

Y aunque el aborto es un tema con profundas implicaciones jurídicas, filosóficas y científicas aún no resueltas, esta no es sola una lucha de derechos sociales de nueva generación, sino también, y a costa de incomodarlos, una lucha espiritual de los hijos del pueblo de Dios. ¿Qué dicen nuestros valores como sociedad cristiana sobre este hecho? Permítanme recordarles algunos.

1. La Sagrada Dignidad de la Vida Humana

La Biblia enseña que toda vida humana es creada a imagen de Dios (Génesis 1:27). Este principio sugiere que la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, tiene un valor inherente y debe ser protegida.

En Salmos 139:13-16, se describe cómo Dios conoce y forma al ser humano desde el vientre materno, lo que subraya que la vida prenatal tiene un valor y un propósito divino.

2. El Mandamiento de No Matar

El mandamiento “No matarás” (Éxodo 20:13) se aplica a la protección de la vida inocente. Desde la perspectiva cristiana, el feto es considerado una vida humana inocente, y, por lo tanto, el aborto sería una violación directa de este mandamiento.

3. El Valor de los Niños

Jesús muestra un gran amor y respeto por los niños (Mateo 19:14), lo que refuerza la idea de que los cristianos debemos proteger a los más vulnerables. Este principio se extiende al no nacido, que es considerado uno de los más indefensos.

4. El Llamado a Defender a los Vulnerables

Proverbios 31:8-9 insta a los creyentes a hablar por aquellos que no pueden defenderse y a proteger los derechos de los pobres y necesitados. El no nacido, que no tiene voz propia, se incluye entre aquellos a quienes los cristianos estamos llamados a defender.

5. El Concepto de la Providencia Divina

La creencia en la soberanía y providencia de Dios sugiere que cada vida es parte de un plan divino. Interrumpir este plan mediante el aborto se considera un acto de desafío y de rebeldía a la voluntad de Dios (Jeremías 1:5).

6. La Doctrina del Perdón y la Restauración

Mientras que el aborto es visto como un pecado, la doctrina cristiana también enseña que hay perdón y restauración disponibles para quienes se arrepienten. Esto no minimiza la gravedad del acto, pero subraya la esperanza en la gracia de Dios para quienes buscan su perdón (1 Juan 1:9).

7. El Llamado a Amar al Prójimo

Amar al prójimo como a uno mismo (Mateo 22:39) implica proteger la vida de otros, incluido el no nacido. Este amor se extiende a la madre, el niño y la familia, promoviendo soluciones que afirmen la vida en lugar de terminarla.

Pensemos en esto: Dios todo lo ve, aquí y en todo lugar, ahora, mañana y siempre, y no hay nada, ni siquiera lo que está escondido en el corazón del hombre, que Él no juzgue en su juicio.

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